VISITANDO EL TERCER CHAKRA PLANETARIO: MONTE ULURU EN AUSTRALIA
Viajamos a Australia, a la ciudad de Melbourne con el firme propósito de llegar al corazón de Australia, el gran desierto, y conocer el grandioso Monte Uluru que surge como un gran monolito intensamente rojo en el medio de Territorio del Norte.
Tomamos un vuelo de tres horas para llegar al Parque Nacional Uluru-Kata Tjuta. Allí solo hay un único hotel, Ayers Rock Resort que es atendido casi en su totalidad por los aborígenes anangu. Ellos aprenden hotelería, gastronomía, jardinería, construcción, etc. in situ como un programa de sociabilización del Gobierno Australiano. También atienden los dos o tres pequeños restaurantes, el supermercado, la gasolinera y algunos comercios.
Lograron crear un pequeño oasis habitable para aquellos turistas que llegan al lugar. Fuimos recibidos con su frase "Welcome to Kata-Tjuta". Luego de registrarnos, atravesando el lobby y un bello jardín del desierto con plantas típicas del lugar, accedimos a nuestra habitación muy cómoda y con todos los servicios.
Desde cualquier lugar puede visualizarse el Monte Uluru como gran guardián del desierto, también las tres elevaciones llamadas Kata Tjuta que se encuentran al oeste de Uluru.
Ya desde ese momento una sensación de misticismo me invadió por completo: ¿que estoy haciendo aqui, en el medio de la nada misma?
Alquilamos un auto para recorrer el Parque durante el resto del día.
Es realmente imponente este monolito de tierra y arenisca roja. Al acercarnos lo que se podía, un gigantesco paredón rojo se erguía frente a nosotros. Nos llenamos de preguntas de cómo pudo haber surgido semejante piedra en medio de un inmenso paraje desierto y llano. La ciencia en su afán de explicarlo todo, nos cuenta que hace millones de años esto era un inmenso mar, parte del Océano Pacífico, y que en este lugar comenzaron a depositarse capas de arena roja que con el paso de millones de años lograron solidificarse y dar nacimmiento a este bloque de roca roja. Luego el tiempo hizo lo suyo al emerger la gran isla australiana. Dimos toda la vuelta embelezados con esa impesionante presencia rocosa y constantemente repetíamos "no puede ser!" esto es increíble!.
Al atardecer nos esperaba un bus turístico para llevarnos a una experiencia visual y gastronómica en pleno desierto. El bus nos alejó del hotel durante veinte minutos y nos dejó a orillas de una pequeña elevación de tierra de unos veinte metros de altura y sesenta metros de diámetro, había un caminito de tierra al que debíamos subir. No entendíamos nada ya que el conductor nos indicó que subiéramos por ahí y nos dejó. La sensación de abandono y sorpresa, junto con miedo de quedarnos ahí en la noche fue algo que rápidamente se disipó al comenzar a subir por el camino.
Cuando llegamos arriba, estaba todo preparado!! Un servicio de recepción con un pequeño bar y algunos bocaditos deliciosos nos esperaban!! La camarera nos sirvió una copa de champagne a todos y nos centramos en observar el atardecer con su hermosa puesta de Sol que podía apreciarse a 360 grados. Un espectáculo único e irrepetible. El Sol se ponía en el horizonte, magnífico y también rojizo como el Monte Uluru a nuestra derecha y las Kata-Tjuta a nuestra izquierda. Nadie dejaba de filmar o sacar fotos, extasiados con el lugar y el maravilloso instante que la vida nos había regalado.
El barman era un aborígen anangu orgulloso de su origen y su filosofía de amor a la naturaleza y adoración al Monte Uluru, su Monte Sagrado.
Cuando el Sol terminó de esconderse en el horizonte, la guía que estaba allí nos pidió de bajar ya que en otro sitio nos esperaba una cena bajo las estrellas mágica y misteriosa. Todos nos preguntábamos donde sería ya que arriba y mirando en 360 grados no habíamos visto absolutamente nada alrededor, y además el bus había desaparecido. Mentras bajábamos, todos absortos mirando el paisaje , en una pequeña curva que hacía el camino, que bajaba por el lado opuesto al anterior, comenzó a aparecer un espacio con diez mesas para ocho personas cada una, totalmente vestidas con arte y calidad y un gran buffet con variadas exquisiteces de comida nativa e internacional. También había escondidos en un costado dos toilettes perfectamente equipados.
La cena comenzó con un pequeño concierto de digeridoo (instrumento musical de los anangu) bajo las estrellas interpretado por un nativo. La vibración de este instrumento retumbaba en el pecho de los comensales. Es un llamado a la tierra y a la vida misma. El digeridoo es un instrumento de viento dificilísimo de tocar que solo ellos saben hacerlo.
Luego de comer opípamente, se acercó otro nativo con un laser, apagaron todas las lucer y quedamos expuestos sólamente a la luz de las estrellas. Eso fue extraordinario, las estrellas brillantes parecían tan cerca nuestro que quedamos inmóviles frente al espectáculo. El nativo comenzó a señalar con el laser apuntando al cielo y a describir las constelaciones, su ubicación y cómo ellos se organizan para ubicarse en la noche solo con las estrellas.
Esto hizo que me preguntara si el saber es único o es relativo a las experiencias de las distintas etnias y lugares del planeta. Nosotros, los occidentales, creemos que los estamos civilizando al organizar estos resorts para insertarlos en la sociedad y simultáneamente ellos, ingenuamente y con una gran pureza de pensamiento nos transmiten su saber empírico que permitió que sobrevivan durante milenios.
Al finalizar su exposición, las luces volvieron tenuamente junto a una suave música para no sacarnos de ese estado místico y de éxtasis en el que estábamos inmersos.
Luego de unos minutos me alejé del grupo y repetí mi habitual reiju sintonización cada vez que me siento unificada con la tierra, el lugar, el Universo y el todo. Agradecí a la Fuente esta experiencia inolvidable que me había sido dada y en unos minutos ya estaba el Bus esperándonos para regresar al hotel. Durante el regreso, nadie habló y creo que todos estábamos en una misma sintonía vibracional de la que nadie quería salir, sabiendo que ya nada sería igual en nuestras conciencias.
A la mañana siguiente, luego de un hermoso y revitalizante desayuno, y en medio de comentarios de lo más variados sobre la noche anterior, todos nos dispusimos a comenzar el regreso con la convicción de que habíamos redimensionado nuestra existencia y nuestro rol en este planeta y en este plano.
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